Un día en el spa

Aquí va el primer relato escrito durante el NaNoWrimo de Noviembre de 2023. Tened en cuenta que dada la filosofía del NaNo aquí me dedico a escribir tal y como salen las ideas, sin pararme después a releer o corregir, dado que el objetivo es escribir una obra completa y ya tras el reto es cuando te debes dedicar a revisarla y dejarla bonito.

Mi idea es durante diciembre revisar este y todos los relatos que escriba, así como terminar cualquiera que pueda quedar incompleto ya que si me bloqueo en un relato saltaré a otro durante el NaNoWrimo de manera que escriba lo máximo posible cada día. Una vez finalizada revisión y posible reescritura los recopilaré todos y los pondré en libre descarga (en pdf y epub)

Este relato ocurre en la ambientación de Punkapocalyptic creado por Bad Roll Games

Un día en el spa

Bart caminaba cerrando la comitiva de lo que quedaba de la banda tirando del bufamello que cargaba las escasas provisiones del grupo. Desde que se unió hace solo un mes siempre le dejaban tareas muy ingratas como esa. Sentía simpatía por el pobre animal al que le faltaba el cuerno izquierdo y el ojo de ese lado, y es que a él le faltaba la mano derecha que perdió en la explosión de un punkicornio.  

Bart se quitó el flequillo castaño que se le estaba metiendo en el ojo, y pensó que si algún día la banda se recuperaría y podría reclutar nuevos miembros para que él pasara a ocuparse de tareas menos denigrantes.  

Cuando estuvo a punto de tropezar por estar perdido en sus pensamientos volvió a mirar hacia delante y fijarse en cada uno de sus compañeros. El que tenía más cerca era la mole de puro músculo de piel como el chocolate con leche que era Sunny. Él nunca había visto a una mujer tan alta y fuerte como ella, así podía usar esa enorme maza que colgaba de su espalda como él manejaba sus cuchillos.  

Bart siempre la había visto con la cabeza completamente rapada a navaja, pero tras tantos días de huida comenzaban a crecerle. Bart se preguntó si tendría pensado dejárselo largo pues seguramente le quedara bien, mientras bajaba la mirada al culo de su compañera y templaba ante la idea de que esa noche tampoco dormiría mucho porque a pesar de lo flacucho y poco agraciado que era Bart la enorme Sunny lo había convertido en su juguete nocturno.  

El piltrafa sacudió la cabeza y posó la mirada en Bailie, la recién convertida a jefa de la banda tras la muerte de su hermana. Bailie y la difunta Jay eran como dos gotas de agua tanto de físico como de carácter y apenas habían notado la diferencia en el cambio de liderazgo.  

Bart siempre se preguntaba como una mujer tan pequeña, medía poco más de 6 palmos podía imponer respeto a gente tan grande como Sunny o a Rusty que caminaba a su lado. El curtido era un tipo que le sacaba a la jefa casi dos palmos de altura y lo hacía casi tan alto como Sunny. Él también tenía poco pelo en la cabeza, pero en su caso era porque se estaba quedando calvo.  

Encabezando la compañía iba Ottis, otro veterano que junto a las gemelas había fundado la banda. Tenía unos ojos azules penetrantes que le permitían ver más lejos que ningún otro y por eso siempre era el que recibía balas en primer lugar además de otear el camino. Bart siempre se había preguntado la edad de Ottis porque tenía la cara llena de arrugas y cicatrices y el pelo le empezaba a blanquear.  

El estómago de Bart empezaba a rugir cuando Ottis subido en el esqueleto de un coche al lado de lo que en otro tiempo fue una ancha carretera, levantó la mano indicando que todos se detuvieran. Bajó del coche y se acercó a los demás.  

– Hay un grupo de edificios más adelante por un camino que sale de esta carretera – dijo con su voz ceceante – Parece abandonado, tal vez podamos descansar allí un día o dos.  

Bailie asintió, sacó el cacharro con forma de palo que podía agrandar y que ella llamaba miralejos.  

– Voy a echar un ojo – dijo acercándose a la posición donde había estado Ottis hacía solo unos instantes y se puso a mirar detenidamente las lejanas construcciones.  

Tras unos minutos que a Bart se le hicieron eternos Bailie se giró hacia ellos y sonrió.  

– Sí que parece que está abandonado y tiene suficientes edificios en pie como para poder escondernos y emboscar a cualquiera que pueda acercarse a nosotros – les dijo la jefa – Además, me ha parecido ver lo que en sus tiempos debió ser un huerto y que lo mismo tiene algo que nos podamos echar al buche sin gastar nuestras escasas provisiones.  

Sunny se acercó a Bart y le rodeó los hombros con un brazo. 

– Esta noche follamos bajo techo, pequeñajo – soltó con una sonora carcajada e inmediatamente le dio una fuerte cachetada en el culo para que se uniera a los demás en la marcha hacia el lugar.  

***** 

Llegar hasta el complejo les llevó casi media hora y conforme se acercaban Bart pudo ver que el lugar estaba cercado por un muro alto que había sobrevivido relativamente bien al paso del tiempo, aunque tenía varias zonas agrietadas y algunas partes medio derrumbadas por las que no sería difícil trepar.  

De todas formas, no se daría el caso ya que lo que era la puerta principal tenía una de las rejas tumbada en el suelo y la otra de camino a seguir su paso. Sobre el arco que formaba la puerta se podía ver un cartel bastante envejecido donde se intuía que había algunos rostros desdibujados por el paso del tiempo y unas letras en grande que rezaban Spa Happiness. Bart agradecía que el tiempo que trabajó con aquel viejo chatarrero tuvo que aprender a leer un poco.  

– Este sitio debió ser un lugar para gente podrida de balas del mundo de antaño – dijo Rusty con su peculiar acento de Merkadome a la par que escupía al suelo – Los chabolos están bastante enteros.  

Todos asintieron a las palabras del curtido pandillero mientras cruzaban el arco de entrada.  

– Bart acércate al huerto que vi situado en aquel lado y recoge lo que veas comestible para esta noche – dijo Bailie señalando hacia la parte izquierda del complejo – Ottis tú súbete a algún punto alto que veas mientras que Sunny, Rusty y yo comprobamos que no hay nadie ni nada dentro de los edificios.  

– Sí, jefa – dijo Bart mientras echaba a andar con el bufamello. Mientras se alejaba pudo ver como Ottis se encaramaba a un edificio alto que tenía una especie de plato oxidado en lo alto y los otros tres se encaminaban al primer edificio, el más grande de todos que ocupaba la parte central del lugar.  

Aún quedaban un par de horas de luz antes de que anocheciera, pero aun así Bart aceleró el paso porque no tenía ganas de estar solo cuando se fuese el sol. Llegó al vallado del huerto en apenas un par de minutos y vio que corría un pequeño riachuelo por ese lado del complejo y se sorprendió al ver que el agua estaba más limpia de lo esperado.  

Se agachó al lado del agua y tomó un poco con la mano que se acercó a la nariz y no detectó mal olor. Se atrevió a beber un poco y desde luego parecía bebible. Ató al bufamello cerca del riachuelo y de unas hierbas que crecían por la zona para que bebiese y comiese algo mientras él se dirigía a mirar el huerto.  

Bart no era un experto en vegetales, pero viendo la forma y colores de las frutas y verduras que crecían allí diría que todo debía ser más o menos comestible aun así prefirió elegir las pocas que él conocía: cebollas, tomates, pimientos y manzanas… Si alguno de los otros quería probar suerte con las otras cosas que él no conocía pues que fueran mañana a mirar.  

Se fijó que al lado del enorme huerto había una caseta con la puerta cerrada y se maldijo de no haberse fijado antes, podría haber alguien o algo escondido que le hubiera sorprendido mientras echaba las cosas en el saco.  

Rápidamente cogió la prótesis que llevaba un filo pequeño en ella y se lo puso en el muñón en que finalizaba su brazo derecho. Mientras que con la otra mano sujetaba firmemente uno de sus cuchillos arrojadizos. Se acercó a la puerta directamente sabiendo que si había algo ya le estaría esperando.  

Le dio una patada la puerta y saltó con ímpetu hacia el interior, para encontrarse rodeado de cacharros que en su momento debían servir para cuidar del huerto y que ahora estaban oxidados y llenos de polvo y telarañas. Bart no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al no encontrar nada vivo en su interior.  

Bart salió ya más relajado, guardó sus armas y recogió el saco de verduras para a continuación dirigirse al bufamello. Aseguró el saco a un lado de los arreos del animal mientras recogía los odres vacíos que colgaban también allí. Los llenó todos en el río y cuando acabó puso rumbo hacia donde se había encaramado Ottis para esperar a que los demás volvieran de su exploración.  

***** 

Bart se encaramó al puesto de vigilancia de Ottis y le entregó una de las manzanas que este agradeció con un gesto de la cabeza y continuó con su vigilancia. Bart no dijo nada porque sabía lo mucho que su compañero odiaba que le molestasen mientras vigilaba. El silencio le resultaba incómodo pero ya empezaba a estar acostumbrado.  

Unos 40 minutos después cuando el cielo ya empezaba a oscurecer regresaron los demás y Bart corrió a reunirse con ellos.  

– Efectivamente esto está abandonado – comentó Bailie cuando llegó a su lado y luego se giró elevando la voz hacia el vigilante – ¡Ottis quédate ahí un par de horas y luego ve a por Bart para que te haga el relevo! 

– Vale – fue la escueta respueta.  

– Usaremos para descansar ese edificio lateral que tiene un jartá de habitaciones – le dijo Sunny mientras los cuatro se ponían en marcha hacia el lugar indicado.  

Bart ató al bufamello con una cuerda bien ancha para que pudiera pastar tranquilamente por la hierba que crecía entre las piedas de la zona. Cuando entraron en el edificio pudo apreciar que había una zona bastante ancha de donde partían tres pasillos que estaban llenos de puertas. Sus tres compañeros se dirigieron hacia el pasillo de la derecha y él los siguió.  

Vio que Rusty se metía en una de las primeras y tiraba el carcaj y el arco en una esquina mientras comenzaba a soltarse el cinturón de donde colgaba el hacha de mano que rara vez usaba. Cuando ya pasaba de largo Rusty estaba dejándose caer en lo que quedaba de una vieja cama.  

Bailie entró en la siguiente habitación y soltó su mochila, la ballesta y la que hasta hace poco era la espada de su hermana en una mesa que seguía en pie. Le vio mirándola y sonrió.  

– Veo que has traído bastante comida, nos instalamos y cenamos – se estiró un poco la espalda y añadió – Y después te echas a dormir hasta que venga Ottis a por ti.  

– Así lo haré, jefa – dijo Bart continuando el camino.  

Cuatro puertas más alejadas estaba asomada Sunny que le indicó con el dedo que se acercara. Bart llegó a su lado rápidamente puesto que sabía lo que le esperaba.  

– Antes de cenar vamos a por un revolcón rápido – le dijo la mujer – Que así seguro caes rendido para descansar hasta tu turno de guardia. 

– Me parece bien – dijo Bart que, aunque a veces se sentía agotado por las atenciones de Sunny, una vez en materia siempre lo disfrutaba.  

***** 

Se sentaron a tomar una cena fría porque no tenían ganas ni de encender un fuego. Aunque durante un rato intentaron todos entablar conversaciones, todos se sentían como Bart y al final prefirieron comer en silencio.  

Bart se sentía agradecido de estar sentado entre cuatro paredes y un techo. Nunca, ni cuando vivía en Puentechatarra había tenido un lugar donde vivir tan sólido como ese. Durante un rato se atrevió a fantasear con la posibilidad de que la menguada pandilla decidiera quedarse a vivir en este lugar.  

Sin embargo, esa fantasía era muy improbable ya que, seguro que cuando descansaran un día o dos, Bailie insistiría en continuar hacia Merkadome donde tenía unos conocidos que le debían más de un favor.  

Como echaba de menos Puentechatarra y los chanchullos de la banda, aunque no les proporcionaran muchas balas. Por desgracia, para Jay eso no era suficiente y con un soplo que le dieron decidió que la pandilla asaltara una caravana que viajaría hacia Merkadome con un montón de cosas valiosas y que para no llamar la atención no estaría todo lo protegida que debería.  

Pero claro eso no podía ser tan bonito como lo pintaban. Asaltaron la caravana cuando estaba algo al sur de Torresbrillantes y los putos cabrones iban hasta arriba de chapa metálica, armas de fuego y gente muy preparada para la lucha. 

De las dos pandillas, más de 20 miembros entre las dos, solo habían sobrevivido ocho. Huyeron rápidamente y pensaban que nadie les iba a seguir, pero de alguna forma habían llamado a refuerzos que comenzaron a perseguirles a pesar de que ellos se habían desviado del camino principal que llevaba a Merkadome.  

Ahora solo quedaban ellos cinco y estaban muy lejos de su destino original, pero al menos pensaban que habían logrado despistar a sus perseguidores. Bart esperaba de verdad que tras este desvío y descansar aquí pudieran ir a Merkadome. Según Rusty era una ciudad llena de oportunidades, y si de verdad era así Bart pensaba buscar un trabajo y olvidarse de la vida de pandillero.  

El sueño le vencía así que terminó de cenar y se levantó.  

– Me piro a roncar un poco antes de que me toque hacer guardia.  

Rusty y Bailie no dieron ninguna señal de haberle escuchado pues andaban animados con una partida de dados. Sunny le guiñó un ojo y le tiro un beso como respuesta. Bart se fue a la habitación de enfrente de Sunny recogiendo sus escasas cosas del suelo del pasillo donde las había dejado cuando entró a la habitación de Sunny.  

Los sueños de Bart fueron bastante apacibles pues se vio cocinando en un puesto de carne de origen indeterminado. Sunny estaba allí con él y una mocosa de 4 o 5 años correteaba por allí. Estaba a punto de decir algo en su sueño cuando la voz baja de Ottis le trajo de vuelta al sucio mundo real.  

Bart se levantó, se enganchó su prótesis al cinturón mientras se colgaba la bandana de cuchillos arrojadizos. Ottis le dio el silbato que sonaba como un galligarto en celo para que diera la alarma en caso necesario.  

Se desperezó y se dirigió al puesto de vigilancia que Ottis había elegido y desde el que se veía bastante bien todos los alrededores del lugar. 

***** 

Durante cerca de dos horas todo estuvo tranquilo y se obligó a pasear para no quedarse dormido. Solo vio durante ese rato algunos animales nocturnos pero que se mantenían alejados del recinto.  

Hubo un instante en que le pareció ver cuatro figuras sobre una colina cercana, pero pestañeó y ya no estaban allí, teniendo en cuenta que en esa zona hacia el Spa no había sitio donde esconderse debió ser un efecto de la escasa luz.  

Estuvo un rato afilando sus cuchillos cuando de pronto vio movimiento que se acercaba hacia la puerta principal, maldita sea estaban aún a un buen rato porque se acercaban cubriéndose por las escasas rocas de ese lado del camino, pero se habían acercado demasiado porque se había distraído con los cuchillos.  

Tocó el silbato tres veces contando cinco entre cada soplido como era la señal para indicar cercanía de enemigos.  

En menos de un minuto sus compañeros estaban fuera preparados para combatir y Bart les esperaba abajo.  

– Ottis sube al puesto y dispara en cuanto tengas un tiro claro – dijo Bailie – En cuanto gastes las tres balas que te quedan te largas de ahí y con Bart os escondéis en el edificio de las habitaciones y cazáis a esos hijos de puta.  

Luego se giró hacia Bart mientras Ottis ya subía a su puesto de vigilancia. 

– ¿Cuántos son? – le preguntó.  

– Diría que había más de diez – respondió Bart – Al ritmo en que se acercaban creo que estarán aquí muy pronto. 

– Ya hablaremos luego como es que se han acercado tanto – le recriminó la jefa – Rusty, tú sube al tejado del edificio y dispara algunas flechas cuando entren por la puerta. En cuanto entren baja y tú y yo les acecharemos allí.  

Sunny estiró sus fuertes brazos y descolgó su maza mientras preguntaba.  

– ¿Y yo, jefa? 

– Tú ve al tercer edificio del recinto, a los que manden allí seguro que los puedes sorprender sola.  

– Eso si van – dijo ella por lo bajo mientras le daba una palmadita en el culo a Bart cuando pasaba por su lado y le susurró al oído – Toca ese silbato si necesitas que vaya a salvar tu lindo culito.  

Todos fueron a ocupar su puesto. Bart se escondió en la primera habitación detrás de la puerta con uno de sus cuchillos arrojadizos en la mano.  

Se le hizo interminable el tiempo hasta que escuchó el primer disparo de Ottis, seguido pronto de un segundo disparo. Tras eso escuchó otros dos disparos, pero eso fueron desde más lejos así que el estaban devolviendo el fuego, seguro que eran de la gentuza del V Reich.  

Se preocupó de que hubieran alcanzado a Ottis pero volvió a escuchar un disparo desde cerca así que seguramente el experto tirador habría esperado el momento justo para gastar su siguiente bala. 

– Voy al pasillo de la izquierda – dijo en voz baja.  

– Yo estoy en el que nos hemos alojado – le respondió Bart desde su escondite.  

– Bien, el que necesite ayuda que lance cualquier amenaza contra esos mierdas y así el otro sabe que tiene que salir.  

Durante bastante rato no se escuchó nada más, pero de pronto se oyeron tres disparos cerca del edificio principal. Bart supuso que le habrían disparado a Rusty cuando este usó el arco, pero esperaba que no le hubieran dado.  

Maldijo una vez más que no supieran que la caravana era del V Reich porque esos cabrones siempre iban cargados de armas de fuego. No volvió a escucharse ningún disparo para cuando escuchó voces en la entrada del edificio donde estaba escondido.  

– Separaos y mirad en cada habitación tal y como practicamos que se deben hacer las cosas en el Fuerte – dijo uno de ellos – Debemos demostrar a Germania que han hecho bien en darnos la búsqueda.  

Bart tragó saliva y esperó con los nervios a flor de piel. De pronto, un tipo delgaducho vestido con una camiseta que en algún tiempo fue blanca y un pantalón de color verde y marrón. Llevaba una pistola en la mano derecha y un machete en la otra.  

Dio varios pasos dentro de la habitación y miró debajo de la cama. Cuando se empezó a dar la vuelta para salir, Bart apartó la puerta que le cubría y le lanzó un cuchillo que se le clavó de lleno en la garganta pero no lo mató de golpe y el tipo logró hacer un disparo, por suerte para Bart el dolor no le dejó apuntar y la bala pasó lejos.  

– ¡Rápido y con cuidado! – exclamó la voz que había escuchado al principio de la escaramuza – Debe haber uno en ese pasillo.  

Bart recogió la pistola del caído y tras revisar que le quedaba una bala se acercó a la puerta. Se acercan por lo menos tres tipos así que para tener una oportunidad cuando estaban a pocos pasos de distancia se asomó y disparó al que iba delante a la vez que gritaba. 

– ¡Morid boñigas de olvifantes! 

La bala le atravesó la cabeza a quien no podía ser más que un recluta dado lo joven que era. Sin esperar le lanzó la pistola descargada al que venía justo detrás que iba con vestido de uniforme y llevaba una pistola y un filo curvo desenvainado. Desvió la pistola con la hoja y disparó, pero Bart pudo volver a la habitación a tiempo.  

Preparó con su mano buena un cuchillo arrojadizo y puso el brazo donde llevaba el filo en la prótesis en posición de lanzarse rápido a apuñalar.  

Sin embargo, un tremendo grito inhumano le heló la sangre e hizo que los dos mierdas del V Reich dejaran de avanzar. En ese mismo instante escuchó gritar a Ottis.  

– ¡Que cojones eres! ¡Muere! 

Lo siguiente que escuchó fue a Ottis gritando de dolor y al V Reich abriendo fuego en dirección a la encrucijada de pasillos. Bart reunió valor y se asomó levemente para distinguir entre la luz de las antorchas como una criatura de cuerpo humanoide y una cabeza que parecía como una flor pero llena de dientes se abalanzaba sobre sus enemigos.  

La criatura llegó herida por las balas y aun así tuvo la fuerza suficiente para cerrar esos pétalos sobre la cabeza de quien estaba más cerca. El soldado volvió a disparar hasta vaciar el cargador y aquel ser cayó al suelo.  

Bart a pesar del miedo no esperó y cargó por la espalda al saldado clavando tanto el filo de su brazo como el cuchillo arrojadizo. Respiró agitadamente presa de la adrenalina y vio que Ottis parecía moverse. Se lanzó corriendo a por él.  

– Tranquilo Ottis, estoy aquí – le dijo cuando llegó a su lado.  

De un rápido vistazo se dio cuenta de que Ottis estaba dando sus últimas bocanadas de aire. Al curtido tirador aquella criatura le había destripado con una de sus garras y probablemente de un bocado le había arrancado el brazo derecho a la altura del hombro.  

Bart no pudo más que quedarse a su lado hasta verlo morir unos segundos después. Estaba desconcertado sin saber muy bien que hacer. Que era esa cosa que les había atacado. Quedaba claro que no era una mascota del Reich, porque según le habían contado en un antro de Puentechatarra los germanos tenían criaturas deformes llenas de pincho y metal, pero esa cosa iba completamente desnuda.  

Sonidos de disparo provenientes del edificio principal seguidos de varios gritos le hicieron activarse. Corrió a los tres cadáveres del V Reich y les quitó todas las balas que llevaban. Recargó la pistola del soldado y salió dispuesto a ayudar a sus compañeros.  

– Si seguís vivo os ayudaré y si no al menos os vengaré – se dijo en voz baja.  

***** 

Bart entró en el edifico principal con cuidado y se encontró cuatro cadáveres de un soldado, una mujer vestida con un delantal y que tenía a sus pies desparramado un maletín con vendas y botes y otros dos que por las pintas debían ser reclutas de la organización.  

Los cuatro estaban desmembrados por armas afiladas y, por la violencia de los golpes, dudaba mucho de que esto lo hubieran hecho Rusty y Bailie. Recogió la pistola de la mujer, que seguía cargada y avanzó por este edificio que él no había visitado.  

Estaba lleno de salas con camas de hierro oxidadas y tiradas por el suelo, extraños agujeros en el suelo, algunos con agua asquerosa. Agradecía que es edificio tuviera el techo agrietado en tantísimas zonas porque así podía ver, aunque ellos no hubieran puesto antorchas.  

–¡¿Por… qué… no… te… mueres?! – escuchó gritar a Bailie entre jadeos.  

Bart echó a correr a toda velocidad hacia la voz. Cuando se acercaba vio a Rusty muerto partido prácticamente por la mitad en medio del pasillo. Saltó por encima de él sin sentir demasiado pena, siempre le había caído mal.  

Llegó a la sala donde estaba Bailie apenas logrando mantener a raya con su filo a un tipo tremendamente musculoso que tenía en la mano izquierda una especie de hoja muy curvada como las que se usaban en el campo y en el otro brazo tenía lo que parecía una enorme hoja de espada directamente incrustada en el brazo… no era como la prótesis agarrada con correas que él llevaba si no una hoja directamente introducida en la carne.  

Bart disparó tres veces aunque solo dos de las balas dieron en el atacante. Este siguió atacando sin piedad a Bailie que apenas podía esquivar y parar los golpes. Bart se acercó más y vació el cargador. Ahora sí logró derribarlo. Su jefa sin piedad le cortó la cabeza mientras caía.  

– Buen trabajo, chaval – le dijo entre jadeos sin recuperar aún el aliento – Si vienes solo es que Ottis también ha muerto.  

El joven solo pudo asentir compungido puesto que Ottis a pesar de su carácter silencioso sí le caía bien.  

– Vamos entonces, tenemos que ver si Sunny está bien – le ordenó mientras volvía al pasillo para dirigirse a la puerta.  

Bart la siguió mientras tiraba la pistola descargada y desenfundaba la otra. Bailie se agachó para recoger el arco de Rusty que estaba tirado a un lado del pasillo y las flechas que le quedaban. Juntos abandonaron el edificio y se dirigieron cubriéndose entre las estatuas y la vegetación descontrolada que crecía por todas partes.  

A mitad de camino hacia el último edificio encontraron otros tres cadáveres de sus perseguidores. Dos de ellos se podía ver claramente que los habían machados a golpes con algo pesado. Bart pensó que quizás hubiera sido Sunny con la maza.  

A la luz de la luna, mientras Bailie se echaba el arco al hombre y recogía y cargaba una escopeta, Bart puedo apreciar que tenían, además, unos extraños agujeros en el cráneo demasiado pequeños y precisos para ser hechos con la misma arma que los había matado.  

Cuando se acercaron al tercer cuerpo pudieron ver que estaba prácticamente devorado, como si algún carroñero ya hubiera tenido tiempo de pasarse por allí. Se miraron extrañados y siguieron avanzando despacio hasta el edificio.  

No tuvieron que avanzar mucho por el edificio para ver un cadáver de un tipejo tremendamente demacrado y vestido con harapos con la cabeza aplastada por la maza de Sunny.  

– Que raro que dejara la maza después de matarlo – susurró Bart al oído de Bailie.  

Esta le indicó que se callara llevándose el dedo a los labios y siguieron avanzando por el edificio. Bailie sacó un palo que rompió y tiró hacia delante emitiendo una enfermiza luz roja que les permitió ver el interior de la siguiente sala ya que este edificio estaba mejor conservado y no tenía tantos agujeros.  

Y lo que vieron fue horrible, en medio de la sala estaba Sunny… o más bien lo que quedaba de ella. Al igual que al soldado de fuera algo la había prácticamente devorado. Si no fuera porque tenía el rostro intacto, aunque paralizado en un rictus de dolor, no podrían haber sabido que ella era.  

Bart no pudo evitar acercarse y llorar a su lado. Bailie se mantuvo unos pasos por detrás dándole un instante para llorar a su amante. Tras un par de minutos Bart se levantó y se giró avergonzado hacia su jefa… justo a tiempo para ver como un hombre alto e imposiblemente gordo agarraba a Bailie con sus manos, la levantaba sobre su cabeza y tirando con sus brazos la desgarraba en dos y comenzaba a beber de la sangre chorreante.  

Estaba completamente paralizado ante el horror que acababa de contemplar y no era capaz ni de levantar la pistola para disparar. El gordo le arrancó un brazo a Bailie y comenzó a masticarlo mientras se acercaba a Bart sonriendo entre bocado y bocado.  

– ¡Espera! – dijo una voz de niña desde detrás del hombre – Hemos perdido a tres y aunque la cosecha para ambrosía ha sido buena también necesitamos nuevos miembros.  

Dejó escapar una risita, como si se estuviera riendo de un chiste que solo ella entendía y apareció al lado de la mole que era su compañero.  

– Toma joven – le dijo ofreciéndole un emplasto de algo que Bart no reconoció – Te hará sentirte mejor.  

Bart seguía petrificado incapaz de reaccionar o decir nada. La niña se acercó más a él. Pudo apreciar que llevaba un vestido amarillo sucio posiblemente de sangre seca y un extraño cacharro en la mano que no le ofrecía. Vio como la chiquilla diría su mirada hacia el brazo de la mano amputada donde colgaba un poco suelta tras los ajetreos la prótesis con el filo.  

– ¡O, pero si ya tienes un muñón listo para injertar algo! – exclamó con alegría mientras corría hacia Bart y le saltaba a los hombros para meterle aquella cosa que sabía a rayos en la boca – Tengo fe en que serás mi mayor obra cuando acabe de moldearte, un recluta que hará que Madre estará orgullosa de mí.  

Bart no sabía de qué hablaba la niña, pero empezaba a relajarle y a no importarle nada más que irse con la chiquilla y su gordo amigo.  

McAllus Escrito por:

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