[Relato] [Punkapocalyptic] Póngase la mascarilla

Este es un relato ambientado en los acontecimientos actuales de Merkadome cuyos primeros coletazos podéis escuchar en el último episodio de Radio Puentechatarra (y seguirá avanzando en los siguientes así que no te los pierdas).

Recordad que algunos de estos acontecimientos son derivados de acontecimientos oficiales que ocurren en el Páramo, como es el problema de la radiación por la aparición de los Irradiados, para estar al día de esto además de escuchar el podcast deberíais leer la Gaceta de Puentechatarra.

Y para terminar antes de dejaros, por fin, con el relato recordad que podéis dar forma al trasfondo de Punkapocalyptic de forma oficial si sois miembros del Patreon de Punkapocalyptic.

Ava se encontraba de cuclillas sobre uno de los tejados más altos del departamento Peetment, una de las zonas en las que se dividía Merkadome bajo el control de los diferentes mascas. En concreto este departamento lo dirigía su padre Jacob.  

Merkadome era enorme, aunque la parte habitada por la gente del asentamiento era pequeña en comparación a toda su extensión. Según le contó el listillo de Liam este lugar era lo que la gente del mundo de antaño llamaba centro comercial y no lo usaban para vivir si no para gastar las balas en comida, ropa y en otras cosas. 

Desde que había llegado siendo una mocosa a Merkadome junto a su hermano y su padre le había gustado subirse a las alturas ya que, gracias a su agilidad casi sobrenatural, poca gente podía seguirle el ritmo y eso le gustaba por ella adoraba estar sola.  

O mejor dicho le gustaba estar sin compañía humana, puesto que desde una expedición fuera de Merkadome hacía un par de años donde encontró a Daela siempre estaban juntas. La enorme gata estaba tumbada detrás de ella en el mismo tejado.  

Se giró hacia Daela para hacer como que la miraba, no porque realmente la viese porque Ava era ciega de su único ojo desde nacimiento, pero gracias a algo que no podía explicar sabía exactamente dónde estaba todo el mundo y todas las cosas.  

Desde adolescente había adquirido la costumbre de mirar a la gente para hablar e interaccionar a pesar de que no le hacía falta, porque su hermano le explicó que la gente se ponía nerviosa al ver que ella controlaba sus movimientos y gestos sin mirarlos.  

Lanzó un suspiro. Últimamente se ponía a divagar sobre el pasado cuando estaba tranquila, se imaginaba que era por los tiempos difíciles que estaban atravesando en Merkadome desde que las fuentes de agua cercanas se habían contaminado.  

Los rumores decían que era a causa de un nuevo grupo de fanáticos que habían salido de un huevo gigante, más sectarios como si no hubiera ya suficientes chalados sueltos por el Páramo. 

 El cherife y los mascas que gobiernan en Merkadome habían impuesto la ley Seca por lo que quedaba completamente prohibido el consumo de agua para cualquier uso… Ava lo estaba pasando especialmente mal porque sus sentidos agudizados incluían el olfato, y si Merkadome no había sido nunca un lugar que oliese bien ahora lo era mucho peor entra la gente que no se lavaba desde hacía semanas y los vapores que surgían de Meadero, el río que cruza todo el asentamiento.  

Volvió a suspirar y realizó algunos estiramientos, era hora de hacer un poco de ejercicio y patrullar el departamento, y eso exigía acercarse a Meadero y sus gases nocivos.  

—Ven aquí Daela —dijo mientras desenganchaba de su cinturón la máscara de protección que le había hecho Liam para la gata.  

Las primeras veces que le puso la máscara protestaba, pero era tan obediente que al final se dejaba, ahora en cambio la aceptaba ya sin rechistar y es que también se había ordenado que todo el mundo usara protección contra la contaminación especialmente en los barrios que rodeaban el río.  

Terminó de ajustarle las correas y se puso ella misma su máscara, para a continuación apretarse los moños en los que se recogía su largo pelo castaño cuando salía a la calle.  

Echó a correr y saltó al tejado más próximo sabiendo que Daela se mantenía cerca de ella. La gata era obviamente mucho más fuerte, rápida y ágil, que para eso tenía 6 patas y le llegaba por encima de la cintura, pero nunca solía adelantarla. Ava no sabía si por respeto, control o ese deseo de estar siempre cerca.  

Llevaban unos minutos corriendo cuando le llamó la atención ruidos de trifulcas en las cercanías del, temporalmente cerrado, Tobogán amarillo. Giró bruscamente y saltó al tejado más cercano del que quedó colgando agarrada con una sola mano.  

Respiró tranquila, se sujetó con la otra mano y se aupó para subir. Era raro que no hubiera calculado bien el salto, «pero hasta las mejores pueden fallar» se dijo. 

Una vez en el borde opuesto del techo de la chabola observó que se habían reunido un grupo, que por lo especialmente mal que hablaban y la cantidad de recipientes en el suelo, debían llevar un buen rato bebiendo.  

Y, por supuesto, estaban esos energúmenos al lado de Meadero sin protección contra la contaminación… y los que si tenían la llevaban en el cuello o en las manos. Los mutardos como ella y Daela eran ligeramente más resistentes a los gases, pero los mediocres humanos eran mucho más sensibles y solían ser los más descuidados siempre.   

—Daela vamos a imponer orden —le susurró mientras señalaba cerca del grupo—, acecha y espera mi señal.  

Daela la miró un instante y echó a andar hacia el borde del tejado mientras se activaba el camuflaje natural de su piel que la volvía prácticamente invisible para cualquier ojo, por suerte ella no necesitaba ver para saber lo que tenía a su alrededor.   

Cuando Daela estuvo en posición de ataque cerca del grupo, Ava saltó al suelo, se puso sus guantes reforzados con tachuelas y se dirigió directamente hacia los borrachos.  

—¡Vamos a ver piltrafas! —gritó mientras se acercaba a ellos— ¿No sabéis que es obligatorio llevar protección contra la contaminación en exteriores, especialmente cerca de Meadero? 

La mayoría pasó de ella y solo el más cercano le dirigió una mirada antes de ir a beber de su botella, que estaba vacía… y se la tiró.  

Ava no esperaba que respondieran con violencia antes de que ella empezara la pelea pero se alegró, asi podría decir sin mentir a su hermano que solo se defendía.  

Esquivar la botella mal tirada por el borracho fue fácil y antes de que el tipo pensara en hacer nada más ya estaba tirado de espaldas en el suelo del derechazo que le dio en la mandíbula.  

—¡Ha venio a cortarnos el rollo! —gritó alguno de la multitud.  

—Venga flaca, ven a divertirte con nosotros —dijo otro. 

Unos cuantos más balbucearon algo ininteligible.   

Ava sonrió, «solo quedan ocho en pie», se lo iban a pasar en grande.  

Uno pensó que la sonrisa era para él y trató de acercarse a agarrarle la cintura, Ava se movio a su alrededor le metió la pierna entre las suyas y lo derribo, cuando apenas estaba tocando el suelo ya le había propinado una patada en la cabeza.  

—¡Daela golpea sin matar! —gritó mientras iba hacia el que le había dicho corta rollos.  

La gata saltó en medio del grupo y comenzó a perder el camuflaje mientras de su espalda salían dos largos tentáculos con los que derribó al agitarlos a tres más mientras Ava noqueaba a su objetivo. 

Daela se agazapó lista para saltar hacia otro objetivo.  

—Para Daela —dijo Ava.  

Había detectado como se acercaban por el otro lado del edificio Alexander y Noah, el jefe de seguridad de su padre y uno de sus shoppers, respetivamente.  

—Los que quedáis en pie —dijo mientras se ponía al lado de Daela y le acariciaba la cabeza —Poneos las protecciones y llevaos a vuestros compañeros si no queréis acabar como ellos.  

Noah fue el primero en llegar puesto que estaba mucho más en forma de tanto entrenar para las carreras de Cartmageddon. Llegó con su típico bate apoyado en el hombro.  

—Veo que ya te has encargado de todo, niña —le dijo a Ava al ver como los borrachos se estaban ayudando unos a otros a ponerse las protecciones y levantarse.  

Ava puso una mueca al escuchar lo de niña, pero se había resignado que nunca iba a lograr que los amigos y trabajadores de su padre dejaran de llamarla niña o pequeña, aunque algunos tampoco le sacaran tantos años. 

—Pues claro, como ni la gente del Cherife ni vosotros hacéis vuestro trabajo, me toca a mi —replicó para pinchar a Alexander que acaba de ponerse al lado de los borrachos. 

—Ni siquiera sois de este departamento —les dijo Alexander tras haberle lanzado una mirada a Ava —No os quiero volver por aquí, el Tobogán amarillo no abrirá sus puertas mientras se mantenga la Ley Seca así que liarla en vuestros barrios.  

Los borrachos no se atrevieron a abrir la boca puesto que si la menuda, aunque atlética Ava y su gata les habían dado una paliza, se podían imaginar fácilmente, a pesar de la embriaguez, lo que les haría el enorme Alexander con sus casi dos metros de altura y esa cara deforme que daba miedo de solo mirarlo.  

 —Ava tienes que dejar de meterte en peleas para hacer de ley —le dijo Alexander acercándose lentamente sin quitarle un ojo de encima a Daela. Ava fue a replicar, pero el bruto se le adelantó— y no lo digo porque te vayan a hacer daño, es que temo que tú o tu mascota matéis a alguien.  

Ava resopló.  

—Es que tardáis mucho en venir a los botellones ilegales —sonrió inocentemente y añadió— Es solo que no quiero que haya más enfermos por los gases.  

—Sé que piensas que soy un corto por mi aspecto, pero lo haces por placer.  

Alexander parecía alguien corto de miras al ser todo músculo y con la cara de bobalicón que tenía, pero era socio de negocios de su padre desde antes de llegar a Merkadome y no era para nada un tonto, pero a veces Ava lo olvidaba.  

—Estás intratable desde que hablaste con esos mutardos que trajeron el mensaje de Kim al asentamiento hace unas semanas —le espetó Noah— Te gusta pensar que los mutardos sois superiores, pero no por eso tienes que pegarle a quien te dé la gana.  

—Vale, vale —se dio la vuelta y comenzó a alejarse— No me meteré en más peleas por el departamento.  

Saltó sobre un contenedor, de allí se agarró a un saliente y se subió a una casa. Daela la siguió rápidamente, aunque en su caso sin necesidad del saliente.   

—Aseguraos de decirle a Jacob que me habéis dado la murga, que no quiero que me la repita cuando vaya por casa esta noche —y sin esperar respuesta las dos echaron a correr. 

Y cierro esta entrada dejando en primicia para quien lea el relato en mi blog las miniaturas de Ava y Daela antes de pasar a imprimación y pintura:

La de Ava está hecha con una de las geniales miniaturas multicomponente de Masters of the Wasteland (del cual hoy se ponen a la venta las dos primeras miniaturas) y la de Daela es de las miniaturas estas de pathfinder (o D&D) que ya vienen montadas y listas para pintar (de wizkids creo recordar… es que lleva lo menos 2 o 3 años dando vuelta por mi casa)

McAllus Escrito por:

2 comentarios

  1. Rico
    1 de diciembre de 2021
    Responder

    Mola mucho el relato y la conversión, tiene carisma la muchacha 🙂

    • 1 de diciembre de 2021
      Responder

      Me alegro de que te haya gustado 😊

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